Los traductores profesionales tienen como cualidad el perfeccionismo, incluso desde que comienzan su formación, la mayoría consulta con los más expertos para asegurarse de que las traducciones estén lo más cerca posible de la perfección.
Y aunque al entrar en el mercado laboral hay fechas de entrega muy ajustadas, los profesionales tratan de dar lo mejor de sí durante el proceso de traducción para asegurar un buen trabajo. Los buenos traductores han procurado crear una base de datos, guías, glosarios, referencias e igualmente, pueden hacer consultas externas a traductores más experimentados.
Pero a pesar de todo esto, los traductores siempre se encuentran expuestos tanto a críticas por parte de sus colegas, como por parte de los clientes, debido a que quizás en una traducción han escogido una opción en vez de otra.
¿Se puede debatir con un cliente?
Seamos sinceros con nosotros mismos, muchas veces pasamos por momentos de gran molestia a causa de correcciones que creemos que son “innecesarias”, por ejemplo haber usado la palabra “solo” sin tilde (siguiendo las normas de la Real Academia Española), y que el cliente responda que prefiere que se coloque la tilde.
Pero la real pregunta es ¿debemos discutir ante esto? Muchos dirán que el cliente siempre tiene la razón, y tenemos que hacer lo que el pida sin rechistar. Y en casos como estos lo mejor es aceptar las correcciones y reenviar el documento tal cual lo desea el cliente.
Sin embargo, cuando obtenemos un glosario de términos que en muchos casos no encaja con el contexto del tema, y el cual podría perjudicar la calidad del trabajo final, sería factible enviarle alguna sugerencia al cliente y exponer las razones por las cuales se debe utilizar una cosa en vez de otra.
Por supuesto, debemos estar preparados para recibir dos tipos de respuestas: la positiva, donde el cliente acepta las observaciones y la no deseada, es decir, donde el cliente no quiere dar su brazo a torcer.
Sin importar que no estemos de acuerdo, es importante recordar que cuando nosotros mismos pagamos por algún servicio, deseamos que se realice tal cual lo estamos solicitando, y de la misma manera que exigimos perfección en lo que se nos está entregando, así mismo lo exigen nuestros clientes.
Por este simple motivo es que decimos que el cliente siempre tiene la razón, no porque acierte el 100% del tiempo, sino porque está pagando por un servicio y desea que se cumplan sus condiciones y expectativas. El error es nuestro cuando hacemos todo lo contrario aunque en las normas ya estaba estipulado que debía ser de cierta manera.
¿Cuándo se complica el asunto de hacer las correcciones del cliente?
Por lo general, el cliente adjunta el glosario y las normas para la traducción junto con el trabajo a realizar, es nuestra labor leer muy bien todo y procurar que se cumpla en su totalidad.
El problema surge cuando nos envían el documento para que vayamos adelantando la traducción, y posteriormente nos hacen llegar el glosario y al abrirlo nos damos cuenta que hemos utilizado términos distintos y sobre todo si son de géneros diferentes, por ejemplo cuando empleamos la palabra “computadora” a lo largo del texto y el cliente solicita que se utilice “ordenador”.
La solución más viable a este problema es reemplazar un término por otro, si es en Microsoft Word podemos fácilmente dirigirnos a la opción de buscar y reemplazar (en la esquina inferior derecha), seleccionar la pestaña de reemplazar, a continuación colocar la palabra que queremos quitar y escribir con cuál deseamos cambiarla.
Pero te advierto, no hay una solución fácil para cambiar la concordancia de género o número entre los sustantivos y los adjetivos, es tu turno de releer el texto, encontrar los fallos y apoyarte con el corrector ortográfico, para pulir el documento y entregarlo justo como lo solicita el cliente.
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